sábado, 10 de septiembre de 2011

El órgano cutáneo: morfología de la piel.


La piel es un órgano de protección que recubre toda la superficie exterior de nuestro cuerpo. En un humano adulto, podemos estar hablando de alrededor de dos metros cuadrados y un peso de entre cuatro y cinco kilos.

Su grosor es muy variable; rondara entre los 0,5 y los 4 milímetros en la mayor parte del cuerpo. Sin embargo, puede llegar a tener varios centímetros en zonas concretas (fundamentalmente, zonas con mucho roce), como la planta del pie.
Corte transversal de piel
La piel es el principal sistema de protección de nuestro cuerpo, nos separa del exterior, evita que perdamos agua por transpiración o evaporación (ayuda a que no nos deshidratemos), ayuda a controlar nuestra temperatura corporal (gracias a cambios de flujo sanguíneo y a la emisión de sudor) y cumple otras importantes funciones que iremos detallando en sucesivas entradas.

La superficie de la piel no es totalmente lisa, sino que presenta un microrrelieve, constituido por infinidad de pequeños pliegues. Por un lado, la piel presenta los grandes pliegues, visibles con facilidad y que envuelven las grandes articulaciones permitiendo su movilidad; se les denomina también pliegues articulares. Por otro lado existen pliegues que aparecen sobre pequeñas articulaciones, denominados pliegues articulares pequeños. Aparecen también alrededor de los orificios naturales o de estructuras como las uñas.

Tenemos por otro lado los pliegues musculares, debido a la presencia de músculos superficiales que mueven la piel, siendo los más característicos los de la cara (frente, ojos, etc.).
Además, la piel presenta una serie de pliegues más pequeños, que deben ser visualizados con lupa para su correcto análisis y que constituyen la cuadrícula normal de la piel. Se trata de una serie de surcos y depresiones debido a la morfología de la unión dermoepidérmica (que como veremos forma las denominadas papilas dérmicas) y hablaremos de surcos interpapilares o por las diferentes ordenaciones de las fibras elásticas y colágenas de la dermis (en este caso hablamos de pliegues romboidales). Los surcos interpapilares son especialmente evidentes en las palmas de las manos y plantas de pies y constituyen las huellas dactilares (o dermatoglifos).

Los pequeños surcos de la mayor parte de la piel conducen o desembocan a alguno de los diminutos orificios que forman parte de la piel. Los orificios de la piel están constituidos por tres tipos de estructuras fundamentalmente: las glándulas sebáceas, cuyo poro se abre a un pelo de mayor o meno tamaño (salvo en las palmas de las manos donde se abren directamente a la piel); las glándulas sudoríparas ecrinas, que se abren directamente a la piel; y las glándulas sudoríparas apocrinas, que se abren a un pelo, pero que son exclusivas de la zona axilar y anogenital.

En la piel también podremos encontrar eminencias o elevaciones. Estas pueden ser transitorias (como ocurre con la derivada de la contracción del músculo erector del pelo, que nos pone los “pelos de gallina”) o permanentes.

Los surcos naturales de la piel tienden a hacerse más ostensibles debido al proceso de envejecimiento (asociado a la pérdida de elasticidad y consistencia de los tejidos) y acabarán formando un último tipo de pliegues llamados pliegues seniles o arrugas.

La piel se comporta como una cubierta elástica, es decir, puede ser distendida, de forma que, salvo que traspasemos su límite de elasticidad, recuperará su posición y forma original. A esto ayudan en parte los pliegues cutáneos y la composición de las fibras, sobre todo la fibras dérmicas. La piel presenta una gran capacidad de deformación ante fuerzas externas, volviendo a recuperar su estado original cuando cesan. Esta capacidad e ve bastante reducida en casos de deshidratación de la piel.

A la vez, la piel ejerce una importante resistencia frente a traumatismos, como roces, arañazos, fricciones, etc. Se debe a la firmeza con la que están unidas las células de las capas superficiales de la piel (epidermis).

La piel tiene una estructura compleja. Al realizar un corte transversal y analizar al microscopio podemos comprobar que la piel está constituida por tres estratos diferentes:

  • Epidermis: es una capa de tejido epitelial, homogénea. Es la capa más externa y la única que está en contacto directo con el exterior.
  • Dermis: sirve de soporte a la epidermis. Se trata de una capa de tejido conjuntivo laxo.
  • Hipodermis: muchos autores no la consideran una capa de la piel. Separa la piel del tejido subyacente, es decir, del hueso o del músculo. Está constituida por el tejido adiposo subcutáneo.

Anatomía de al piel.
Además, atravesando la epidermis e instaurados en la dermis (en ocasiones incluso en la hipodermis) se encuentran los anexos cutáneos, es decir, estructuras derivadas del tejido epitelial que cumplen variadas funciones. Los anexos más importantes son las glándulas, los pelos y la uñas.

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